El Fonógrafo, el revolucionario invento en Yucatán

El fonógrafo se inventó en la década de 1870 por el estadounidense Thomas Alva Edison y consiguió perfeccionarse en años posteriores. El invento se convirtió en pieza imprescindible del inventario cultural del cambio de siglo. El público yucateco, tuvo la oportunidad de conocer el aparato poco después de inventarse, al respecto, Santiago Burgos Brito hizo la siguiente crónica:

Fue en 1879, ósea unos dos años escasos después de su descubrimiento, cuando el fonógrafo fue exhibido en Mérida por primera vez. Habrían transcurrido apenas unos tres meses de que en el “Teatro Bolio” llevara el glorioso nombre de un gran poeta yucateco, cuando se anunció en dicho teatro la exhibición del invento maravilloso, pasmo de las gentes sencillas, motivo de duda para muchos hombres cultos, y terror de creyentes ignaros, que lo consideraban como el mismísimo diablo.

El 28 de abril de 1879, en combinación con una compañía de comedia que actuaba en el “Peón Contreras”, un señor cuyo nombre respondía al de Julio López de Castilla, presentó a los asombrados meridanos el primer fonógrafo, después de la presentación de una comedia titulada “El Sistema Homeopático”. La prensa de aquellos días refiriéndose al Dr. López de Castilla, anotaba que “primeramente dirigió la palabra al concurso, haciendo el merecido elogio del autor de la máquina que se veía en el escenario y agregando una breve descripción de la misma.

En seguida procedió a la exhibición en el orden del programa; y al oír todos los presentes repetir al ingenioso aparato, tan distintamente y con notable precisión, la música y el canto, versos recitados en distintos idiomas y entonaciones y otros sonidos que se le comunicaron, el  público batía palmas con frecuencia y con entusiasmo, acto que nosotros hubiéramos deseado interminable” La función memorable termino con la obrita “El Número 1” que seguramente preocupó bien poco a nuestros conterráneos en aquellos instantes de asombrosa admiración hacia un invento portentoso. Por esos mismos días, el propietario y exhibidor comenzó a publicar el periódico titulado “El fonógrafo” publicación que, desgraciadamente no hemos podido encontrar. El 18 de mayo del mismo año, el Dr. Lopez de Castilla volvió a presentar la nueva maravilla edisioniana, alternando con un Mr. Giraldi, un prestidigitador que exhibía también una colección de títeres.

Edison con el fonógrafo, uno parecido llegó a Mérida en 1879.

Julio López de Castilla era español y entusiasta publicista del invento de Edisson, recorrió el país haciendo exhibiciones con su fonógrafo desde 1878, dio conferencias en varias ciudades sobre la gran utilidad que tendría el aparato, de una de ellas un escritor poblano reseñó el fonógrafo que llevaba López de Castilla.

Es todo de bronce bruñido, y dudo que en su género pueda haber nada más elegante ni bien acabado. Es un aparato como de ochenta y cinco centímetros de largo, por veinte de ancho y veinticinco de altura: un volante de diez y seis centímetros, que gira con el movimiento que le comunica el volante. Un pequeño aparato acústico, colocado en frente del cilindro y compuesto de una especie de bovina, una placa bibratiz y un estilete diminuto: ese es todo el aparato.[1]

El 24 y 25 de mayo de 1879 el aparato lo presentó en Izamal. [2]Ermilo Abreu Gómez recoge la experiencia del primer fonógrafo de forma más breve, sin que podamos determinar si se refiere al mismo evento anotado por Burgos Brito, pues en esta ocasión se refiere a la experiencia personal de cada uno de los oyentes:

“Junto al fonógrafo puso un letrero que decía: “La última invención de Edison. Aquí esta el aparato que habla, canta, llora y ríe”

La gente acudió a oír el fonógrafo. Por medio real los curiosos tenían derecho a ponerse en las orejas un tubito de gutapercha. El propietario entonces le daba cuerda y al aparato y colocaba un cilindro negro en un tubo que daba vueltas y empezaba a oírse la música. La gente abría tamaños ojos y decía -¡Lo que inventan los gringos!

El éxito del aparato llevo a que en muchas casas se contase con el, revolucionó el entretenimiento en todo el país y la forma en la que la gente consumía música incluso democratizó este arte pues campesinos y obreros que no habían tenido la oportunidad de acudir a teatros pudieron tener acceso a operas a través de exhibiciones públicas, pues, aunque existían equipos de diversos precios no dejaba de ser un artículo de lujo para el nivel de vida promedio de la época. En México, el servicio postal adoptó el aparato, se grababan mensajes y estos eran escuchados por familiares y reproducidos cuantas veces quisieran. El cambió que representó el aparato fue tanto que en mi 1906 un columnista yucateco advertía sobre el futuro que tendrían los músicos frente al nuevo aparato:

«Todo el mundo esta pendiente del desarrollo que se opera en el fonógrafo, día por día, minuto por minuto y de la constante y atormentadora invasión de esos aparatos que, en mala hora para los músicos de calles y plazas y espectáculos, inventara el brujo de Menlo Park, D. Tomás Alva Edison. Los primeros aparatos adolecían de miles de defectos que a cada momento han sido desapareciendo y hasta la ronquera, el que más se había emperrado, ha logrado vencerse y aunque no totalmente, muchas marcas de fonógrafos se pueden llamar acabadas.»

Los directamente perjudicados por el fonógrafo resultan los músicos en pequeña escala, esos que en las puertas de los espectáculos menores en los cafés, en las tertulias etc., se ganaban la vida, porque el fonógrafo sirve para todo. Entre poco tiempo sólo tendrán razón de ser los músicos de ópera, y quien sabe si no solo servirán estos para llenar los discos y los rodillos. Los músicos de mañana irán a tocar, en los talleres de las grandes empresas de fonógrafos y fábricas de música fonográfica, y una vez explotados no servirán para otra cosa porque la reproducción es facilísima.

Quien sabe si no andando el tiempo el fonógrafo alcance su perfección suprema, se pueda dar a sus voces mayor intensidad que la del original impreso y se construyan aparatos que den al traste con bandas orquestadas, etc.

La economía es la reina indestronable que todo lo arreglará. Los gobiernos ya no tendrán necesidad de invertir sumas en su presupuesto destinadas a “Bandas de Músicas”. Se comprará un gran fonógrafo y con un empleado que llamará Director del fonógrafo y con un empleado que llamarán Director del fonógrafo oficial, o fonógrafo del Estado, el cual empleado se ocupará en escoger rodillos o discos y en cambiar oportunamente, tendrán música barata y no habrá aquello de que suspendan las retretas o las listas por lluvia ni faltas de asistencia de los músicos, con tal de que al aparato se le construya su caseta en medio de la plaza o del jardín.

Y la cosa va más allá: Un gendarme que pasó por delante de un fonógrafo que tocaba el Himno Nacional, se cuadró delante de la bocina y se quitó el kepí respetuosamente.[3]

Poco tiempo después, en el mismo periódico se publicaba una columna titulando “Las tocatas domiciliarias deben reglamentarse”:

En Mérida ha habido una invasión tal de esas máquinas sonantes que no hay ciudadano ni ciudadana que no conozca el aparato y lo tenga. En algunos domicilios en que el gusto por la música es tradicional, el invento de Edison, es el mueble más querido. Figura en la sala, colocado en su mesa especial, con su funda verde y rodeado de cientos de tubos, mientras que la gran campana de metal descasa arrimada en un ángulo de la pieza, apoyada en un esquinero.[4]

REFERENCIAS

Díaz Frene, Jaddiel. (2016). A las palabras ya no se las lleva el viento: apuntes para una historia cultural del fonógrafo en México (1876-1924). Historia mexicana66(1), 257-298. Recuperado en 13 de enero de 2022, de http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S2448-65312016000100257&lng=es&tlng=es.

[1] La Libertad. 12 de diciembre de 1878.

[2] La Patria. 1 de julio de 1879.

[3] La Campana. Sábado 11 de agosto de 1906.

[4] La Campana. 1 de septiembre de 1906.

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