«La primera chispa de la revolución» o la rebelión de Valladolid de 1910

En octubre de 1909 un grupo de opositores al gobierno de Enrique Muñoz Aristegui, interino de Olegario Molina quien dejo la gubernatura para desempeñarse como Secretario de Fomento de Porfirio Díaz, se reunía en la casa del Lic. Adolfo Cámara y Cámara para planear un golpe en contra de las autoridades estatales. La policía secreta mantenía en constante vigilancia aquella residencia meridana por lo que los participantes tenían que introducirse a través de la Capilla de la Candelaria, contigua a la casa de Cámara y Cámara, razón por la que se le conoció como “Rebelión de la Candelaria”.[1]

Cámara y Cámara y Delio Moreno Cantón lidereaban el Centro Electoral Independiente que aspiraba a contender en las elecciones de noviembre de 1909. La asociación se había formado con las alianzas y redes clientelares heredadas del caudillo Francisco Cantón Rosado, tío de Delio Moreno. Agrupaba a hacendados henequeneros explotados y oprimidos por el grupo dominante en el sector posteriormente conocido como “La Casta Divina” el cual monopolizaba el mercado henequenero y cuyo poder político y económico se encontraba representado en el Gobierno estatal.[2]

El Centro Electoral Independiente también había atraído a grupos obreros surgidos de la redistribución de la mano de obra ocurrida en la primera década de 1900, especialmente a partir de la crisis de 1907 que derivó en la reestructuración del sistema productivo del estado. Los hacendados se deshicieron de la mano de obra fija para contratar por temporada, sin los “beneficios” del estatus de peón. Los peones desplazados se sumaron a los pueblos, pero no podían acceder a las tierras y acabaron en condiciones precarias pero libres de sumarse a los llamados “demagógicos y subversivos”. [3] La elección de 1905, de la cual resultó reelecto Molina, representó el bautizo político de las clases obreras pues tuvieron una importante movilización a través de la Unidad Popular Antirreeleccionista.[4]

La visita a Mérida de Francisco I. Madero y su antirreeleccionismo en junio de 1909 hizo recuperar a la oposición la confianza en los medios políticos tradicionales.[5] En aquella visita Madero conoció al periodista y poeta tabasqueño afincado en Mérida, José María Pino Suárez quien más tarde sería candidato al gobierno del estado por la oposición representada por el Partido Nacional Antirreeleccionista.

El Centro Electoral Independiente envió una comitiva a la Ciudad de México a presentar a Porfirio Diaz la terna con la que pretendía participar en las elecciones, cosa acostumbrada durante el porfiriato. Era el general quien tenía la última palabra. Aunque los alentó a participar por la candidatura al gobierno del estado de Luis C. Curiel muy pronto se dieron cuenta que no tenían posibilidad de competir contra el candidato oficial Enrique Muñoz Aristegui, por lo que se planteó la rebelión “De la Candelaria” para el 14 de octubre de dicho año.

Valladolid. Archivo Histórico.

La rebelión consistía en grupos de contingentes obreros formados por hombres de Acanceh y Kanasín que atacarían el cuartel de San Sebastián. Otro grupo instalado en Paseo de Montejo atacaría el cuartel de la caballería en la Avenida Reforma. Un grupo más ocuparía las azoteas de la iglesia de la Mejorada para atacar el cuartel de Dragones antes de que las fuerzas federales se levantaran para sofocar la rebelión. Al triunfar el movimiento se ofrecería un salvo conducto al gobernador interino Muñoz Aristegui y al jefe político de Mérida para que abandonaran el estado.

Sin embargo, el coronel Juan Bautista Ramírez que encabezaría el movimiento nunca se presentó a la hora señalada por lo que los contingentes preparados se disolvieron. Poco después la policía secreta descubrió la intriga y persiguió a la oposición, encarcelando a varios de ellos.

Uno de los encarcelados fue el hacendado Maximiliano R. Bonilla quien durante sus seis meses en la Penitenciaría Juárez convivió con otros directivos del Centro Electoral Independiente y concibió la idea de que no todo estaba perdido para la rebelión. En la rebelión de octubre Bonilla debía llevar a Mérida a campesinos del oriente del estado.

Al ser liberado, Bonilla partió a Valladolid en abril de 1910 comunicándole a su amigo Miguel Ruz Ponce sobre el nuevo plan revolucionario que, a considerar de Bonilla, sería secundado por varias poblaciones del estado. Ruz Ponce y Bonilla partieron hacia el sur del estado para adherir participantes, especialmente campesinos indígenas, a su revolución.

El 10 de mayo de 1910, los sublevados sancionaron un documento conocido como el Plan de Dzelkop por haberse emitido en aquella hacienda propiedad de Bonilla, en dicho documento se establecía lo siguiente:

  1. Se desconocía al gobierno de Enrique Muñoz Aristegui por ilegal, ya que había sido llevado al poder contra la voluntad de pueblo.
  2. Se nombraría una Junta Gubernativa compuesta de siete personas de reconocida capacidad, amigas del orden y acrisolada honradez y patriotismo.
  3. Para integrar esta Junta, el jefe de Ia revolución designarla a dos individuos por la capital del estado, uno por la División del Sur; otro por la División del Oriente; de la Costa y dos por el Territorio de Quintana Roo.
  4. Esta Junta tendría facultades extraordinarias y dictaría las medidas más urgente para hacer más efectivos los derechos individuales y todo cuanto exigieran las circunstancias.
  5. Los empleados civiles y militares que se opusieran al desarrollo del plan serían depuestos de sus cargos; los espías y delatores que fueran sorprendidos en el campo de los revolucionarios serian condenados a muerte.
  6. Eran caudillos de esta revolución los coroneles Maximiliano Ramírez Bonilla y José Crisanto Chi, a quienes se concedían facultades amplias y necesarias para salvar al estado, haciendo imperar La justicia social.

Se pensaba que la rebelión prosperaría en Valladolid debido a ciertas circunstancias locales entre las que se encontraba la designación del nuevo jefe político que por su carácter violento y represor se había enemistado con varios pobladores entre ellos Claudio Alcocer mayordomo de la hacienda Kantó propiedad de Francisco Cantón Rosado. La venganza contra el jefe político fue convocar a treinta hombres de Kantó para sumarlos a la rebelión, a quienes dijo que el “amo” se encontraba preso en Valladolid.[6]

La camarilla que integró este movimiento era dueña de varias haciendas al oriente de la península por lo que asumían sería fácil convocar a cientos de peones, además de ser esta región la cuna del movimiento cantonista-morenista  opositor al grupo molinista.

La madrugada del 4 de junio el grupo rebelde se dividió en dos grupos para apoderarse de Valladolid. Sorprendieron al cuartel de la Guardia Nacional, a los centinelas, guardias y agentes que protegían la ciudad. Por la mañana ya eran dueños absolutos de la ciudad.

El gobierno del Estado envío al coronel Ignacio A. Lara comandante de la Guardia Nacional con 65 soldados y trescientos rifles para armar a los hombres que se recogerían en la leva en los pueblos de camino a Valladolid, consiguiendo 500 individuos para sus filas que se abstuvieron de atacar la plaza hasta la llegada del refuerzo federal. El 7 de junio a bordo del cañonero “Morelos” llegaban a Progreso el 10° Batallón a las órdenes del General Gonzalo Luque compuesto por 600 hombres.

El asalto sobre la ciudad ocurrió el día 9 desde las primeras horas de la mañana. Los rebeldes consiguieron repeler con éxito a las fuerzas oficialistas y fue hasta la una de la tarde cuando se rindieron debido a la inferioridad de armamento y preparación. El 10° Batallón sufrió 30 bajas y 52 hombres de tropa heridos. De la Guardia nacional cayeron ocho hombres y el coronel Lara fue herido. Los sublevados tuvieron entre heridos y muertos 100 de sus elementos.

Entre las malas decisiones que impidieron el triunfo de esta sublevación, se ha mencionado la indecisión del cabecilla sobre marchar a Mérida y armar a una mayor cantidad de indígenas del oriente a riesgo de generar otra Guerra de Castas, episodio muy recordado en Valladolid.[7] Tampoco contaron con apoyo del Centro Electoral Independiente o del Partido Antirreeleccionista.

Maximiliano Bonilla y otros líderes de la sublevación fueron capturados mientras intentaban huir. Ruz Ponce y Alcocer consiguieron escapar internándose en los territorios del oriente de la península y adhiriéndose a una comunidad maya. Bonilla, Atilano Albertos y José Kantún fueron sentenciados a muerte, otros pasaron largos años en prisión. La ejecución se realizó el 24 de junio en el patio del Convento de San Roque.

Los líderes de la rebelión al momento de ser fusilados

Esta rebelión fue llamada “la primera chispa de la revolución” por Carlos R. Menéndez, periodista cercano al circulo cantonista del cual emergió esta sublevación. Sin embargo, otros autores (Betancurt, Savarino, Joseph Gilbert, Allen Wells) han descalificado este titulo pues correspondía a un levantamiento contra las autoridades locales y aunque agrupaba contingentes de campesinos indígenas y obreros no pretendía más que la caída de Enrique Muñoz Aristegui y el circulo allegado a Olegario Molina. No perseguía reivindicaciones sociales y no era un levantamiento contra el gobierno federal encabezado por Porfirio Díaz.

Joseph Gilbert y Allan Wells señalan la contradicción de la rebelión, en cuanto a la figura de su principal dirigente el hacendado Ramírez Bonilla:

Pocas horas antes de ser fusilado, el morenista sostuvo una conversación con un puñado de compañeros presos. En “esta revolución”, les dijo, había decidido convertirse en coronel porque “nuestra tierra se ha degenerado en una plantación de esclavos”. Poco después, Ramírez Bonilla redactaba su testamento y saldaba una cuenta de 500 pesos y legó a su acreedor uno de sus peones adeudados. [8]

En opinión de los mismos autores, la rebelión de Valladolid solo demostró la ineficiencia de los movimientos desde arriba.  Lo positivo fue que el Centro Electoral Independiente y sus subsecuentes ramas encabezadas por hacendados despertaron el interés de los grupos populares en la vida política del estado. Estos grupos conseguirían abrirse mayor espacio durante el gobierno de Salvador Alvarado y Felipe Carrillo Puerto.

REFERENCIAS.

[1] Bolio, E. (1967). Yucatán en la dictadura y la revolución. Ciudad de México: INEHRM. Págs. 44 – 55

[2] Betancourt Pérez, A. (1893). ¿Primera chispa de la revolución mexicana? Mérida, Yucatán: Academia yucatanense de ciencias y artes y de promoción editorial. Págs. 14

[3] Savarino Roggero, F. (1999). Pueblos y nacionalismo, del régimen oligárquico a la sociedad de masas en Yucatán (1894 – 1924). Ciudad de México: INEHRM. Págs. 240 -242

[4]  Joseph, G., & Wells, A. (2011). Verano del descontento, épocas de trastorno: élites políticas e insurgencia rural en Yucatán, 1876-1915. Mérida, Yucatán: Ediciones de la Universidad Autónoma de Yucatán. Págs. 315

[5] Joseph, G., & Wells, A. (2011). Verano del descontento, épocas de trastorno: élites políticas e insurgencia rural en Yucatán, 1876-1915. Mérida, Yucatán: Ediciones de la Universidad Autónoma de Yucatán. Págs. 315

[6] Bolio, E. (1967). Yucatán en la dictadura y la revolución. Ciudad de México: INEHRM. Págs. 49 – 59

[7] Op cit Joseph, G., & Wells, A. (2011). Págs. 325

[8] Op cit Joseph, G., & Wells, A. (2011). Págs. 328 – 3929

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