El ferrocarril fue uno de los medios para alcanzar el progreso prometido por el porfiriato. En 1857 se entregó la primera concesión para el desarrollo ferroviario en Yucatán, pero tuvieron que pasar casi veinte años para que el empresario José Rendón Peniche iniciará la construcción de la vía Mérida – Progreso en la plaza de la Mejorada en 1875.
A partir de ese momento se entregaron otras concesiones a personajes de la oligarquía yucateca; Francisco Cantón Rosado, Rodulfo y Olegario G. Cantón, Carlos Peón, Sixto García, Olegario Molina entre otros fueron los beneficiados. El interés principal de estos empresarios era comunicar las regiones agrícolas en condición de producir mercancías para exportarlas fuera del país.[1]De acuerdo con el historiador Lorenzo Arrieta, el ferrocarril no solo influyó en la economía sino en el poder político del estado. Aunque este pequeño grupo de propietarios generaron el supuesto de haber utilizado exclusivamente capital local, si recibieron apoyo de capital extranjero.[2]
Para principios del siglo XX el de grupo de hacendados y comerciantes encabezado por Nicolas Escalante constituyeron una sociedad que emprendió la adquisición de las compañías ferrocarrileras. La única que quedó independiente fue la vía a Peto de los hermanos G. Cantón quien era a fin al grupo de comerciantes y hacendados encabezado por Olegario Molina que ya buscaba establecer un contrapeso al monopolio ferroviario, aunque este y su grupo también tuvieron participación en la nueva empresa.
El 1 de noviembre de 1902 se constituyó la empresa de Ferrocarriles Unidos de Yucatán que fusiona las distintas empresas ferrocarrileras a excepción de la mencionada vía a Peto. Contaba con 12 máquinas, 26 coches y 215 carros. De vía angosta se registraban: 26 máquinas, 56 coches, 600 carros y estaban por llegar 3 máquinas más. Además de cinco muelles en el Puerto de Progreso. En este momento surgió la idea de establecer una sola estación de ferrocarriles que remplazara a las distribuidas por la ciudad. Para 1907 el grupo encabezado por Olegario Molina consiguió la mayor parte de acciones de la compañía.
La obra de la Estación Central de Ferrocarriles inició en 1913 y debido a contratiempos financieros demoró hasta el año de 1920 su inauguración. El diseño es obra del arquitecto de origen británico Charles J. Hall quien había desarrollado otras estaciones en el país y según apunta Irabien Rosado, el proyecto fue desarrollado por el Ing. Manuel G. Cantón[3]. El diseño de la Estación Central de Ferrocarriles encaja en el neocolonial mexicano y según Díaz, asemeja un Palacio Municipal por el uso de los portales.[4]
Para la nueva estación de ferrocarriles se adquirieron los terrenos al oriente de la ciudad, cercanos a la estación Mérida – Progreso, que se encontraba en la plaza de la Mejorada. Según Marco Díaz este edificio es la primera gran obra del socialismo yucateco posrevolucionario[5], sirvió para mejorar el servicio de trenes, además de sustituir a las estaciones que estaban dispersas por la ciudad.
La Estación Central de Ferrocarriles fue inaugurada el 15 de septiembre de 1920 por el gobernador interino Antonio Ancona Albertos. El reloj que se encuentra en la torre central de la estación llegó a Mérida en enero de 1920 y sus campanas debían ser escuchadas en “todos los ámbitos de esta ciudad”.[6] La inauguración incluyó una fiesta que dio comienzo poco después de la una de la tarde. Ese mismo día empezaron a salir y a llegar los trenes de las distintas líneas.[7]
La estación cuenta con dos plantas y en el centro una torre que lleva el reloj que sirviera a tantos y tantos pasajeros como referencia por más setenta años. La monumentalidad y la simetría son las características que más sobresalen en la estación.
Fue puerta de entrada de productos y pasajeros provenientes del interior del estado, y de otras partes del país. A mediados de lo noventa se suspendió el servicio de pasajeros.
Consecuentemente el edificio empezó su deterioro para finales de los años noventa se había convertido en un auténtico “elefante blanco”. En 2007 el edificio fue rescatado y convertido en la Escuela Superior de Artes de Yucatán. Los espacios que fueran los patios de maniobras. En fechas más recientes, las bodegas y andenes fueron restaurados para albergar talleres de la misma institución.
REFERENCIAS
[1] Arrieta Ceniceros “Importancia económica y social de los ferrocarriles en Yucatán. Empresas y grupos económicos: 1876-1915” (1975) en Estudios Políticos. UNAM Nva. Época Vol. 5 Núm. 18-19
[2] Franco Cáceres, I. (1985). Notas sobre la Oligarquía Yucateca. Mérida Yucatán: Tesis. UADY.
[3] Irabien Rosado, M. (1928). Historia de los Ferrocarriles de Yucatán. Mérida, Yucatán: Talleres Gráficos Bassó.
[4] Díaz Güémez, M. (2014). El arte monumental del socialismo yucateco (1918 -1956). Mérida Yucatán: Tesis CIESAS. Págs. 161 – 166
[5] Díaz Güémez, M. (2014). El arte monumental del socialismo yucateco (1918 -1956). Mérida Yucatán: Tesis CIESAS. Págs. 161 – 166
[6] El Correo.6 de enero de 1920.
[7] El Correo. 17 de enero de 1920
Considero importante que continúen publicando escritos como este , es agradable enterarme conocer de nuestra bella tierra. Mi padre trabajo por muchos años en la estación de ferrocarriles y pues imagino al jóven entusiasta con ilusiones y un mundo por delante, trabajaba en la mañana y por la noche estudiaba para superarse .
Gracias por escribir y compartir.