El Boletín Policial, órgano de la Inspección General de Policía fue un medio para comunicar y discutir temas referentes a la seguridad de la ciudad de Mérida. Se publicó entre 1917 y 1918, durante el gobierno de Salvador Alvarado y en sus páginas se da cuenta de las problemáticas sociales de la delincuencia, exhibiendo incluso a aquellos que eran detenidos por la policía.
Entre estos se encuentran dos mujeres; María M. Ortiz y Manuela , ambas acusadas de brujería. Sobre la primera se escribió:
Se trata, como siempre de una buena señora que sabe algo de brujería y que también, como las otras que hemos publicado cree en las fuerzas subterráneas porque parece que leído un poco de cosmografía y sabe que hay sospechas de que debajo del planeta que nosotros habitamos hay inmensas cantidades de llamas que lamen constantemente la corteza de la tierra.
Y ella cree que a veces cuando Satanás está de mal está de mal humor y hay muchos inquilinos en su amplio hotel, arroja larva por los volcanes para decirnos a nosotros los humanos que nos espera allá abajo.
Para María M. Ortiz, que es la que nos ocupa que vive en la calle 76 entre las 73 y75, nunca esperó que la policía no comulgara con ruedas de molino y el caso es que cuando mas distraída estaba en sus ocupaciones de oficio, fue sorprendida.
Su casa fue cateada y se le encontraron barajas, un chupaflor disecado que para conquistar mujeres preciosas con polvos de su corazón, nueve piedras cuyo significado ignoramos y en un rincón de la casa un cromo que representa un anima en pena y a la cual le tenía encendidas cuatro velas de cera que flameaban echando una pequeña humarada que despedía olor a cerería vieja.
Para mayor calamidad de la Ortiz, le fue impuesta una multa de doscientos pesos más el cincuenta por ciento de la contribución federal o sesenta días en el Asilo Ayala.
Para mavor calamidad de la Ortiz, le fué impuesta una multa de doscientos pesos más el cincuenta por ciento de contribución federal o sesenta días en el Asilo Ayala. Es el caso de siempre ¿ cuándo acabará la candidez de las enfermas del alma que van a curarse en ese sanatorio donde se habla con Lucifer, con Barrabas y tal vez verá a Judas colgado del árbol histórico cuyo cuerpo tan sagrado como el de los primeros se mecerá atado de una gruesa soga, hecha por él mismo seguramente, de la rama de un árbol selvático.
El Boletín, disponible de forma virtual en la Biblioteca Virtual de Yucatán, en las siguientes páginas decribía las condiciones en las que encontraron a la otra inculpada.
No es una de esas que usan anteojos verdes o rojos ni tienen curva como el pico de un águila. La señora Manuela Pereda no es ninguna vieja ni anda con el bastón en la mano ni nada por el estilo. Su aspecto no parece denunciarla, pues según por las trzas de su figura y demás calificativos es algo respetable e incapaz de sospechar en ella su profesión; pero las apariencias engañan y desgraciadamente para ella la policía penetró a su casa recogiendo cuanto cachivache encontró.
Y, entre el bulto de objetos recogidos, pudimos anotar por curiosidad una pata de chivo en una caja de polvo de acero, trapos manchados con sangre de uso desconocido, velas sin mecha, un buen número de bitoques, verbas de todas clases; libros como «El Agorero Moderno» (sobre adivinación), «El Oráculo o el libro de los Destinos» (obra de origen egipcio sobre los tipos de oráculos) «El Mártir de Gólgota» (novela sobre la vida de Jesucristo), «El positivismo filosófico», «Una oración a San Silvestre» (patrono de los malos espíritus, diversos líquidos, una colección de barajas. «Libro de Oraciones», «La buenaventura misteriosa o la cartomancia solitaria», «Las Magias negra y blanca», «Secretos de la naturaleza para no dejarse engañar de las apariencias» y otra serie de tonterías a cuál más ruines. (Estos últimos libros sobre adivinación)
¿Quién acaso se daba cuenta de la existencia de brujas en la Ciudad de los Montejos? Nadie sabía que estuviéramos tan embrujados. Brujas en cada barrio y pitonisas en todos los suburbios. Cada bando con la suya. Mientras por un lado se ven desfilar inocentes que van en busca de la buenaventura, por otro se ven sacrilegios cometidos con toda clase de inmoralidades a cual más soeces. Unas veces que hay que dejar de comer carne ocho días por que los espíritus maléficos solo se alimentan de leche o de huevos; otras que las ánimas que están en el purgatorio necesitan de la ayuda de las que están en la tierra sufriendo por ellas y por consiguiente hay qué sufrir por la que se invoca todos los dolores que se puedan soportar; otras que el novio ido para nunca volver puede ser atraído por medio de la pata de cabra o amuletos vendidos a caro precio y fabricados en el altar erigido en honor de Satán: Otras que cuando la vecina de enfrente o de al lado está perjudicando con sus chismes. hay qué derramarle vodo en la puerta de su casa o un líquido preparado en la urna del hijo del Barrabas: otras que cuando el alma de Caín está volando sobre nuestra suerte es necesario atraerla todo lo posible porque es buen augurio. Y es lógico suponer que cando queda uno embrujado con esta clase de sortilegios va puede darse por bien servidos porque pierde hasta el estómago. «Que hoy tomarás caldo de gallina negra revuelto con tomates verdes y chiles colorados» que debes dar siete vueltas alrededor de una lámpara de petróleo con la mecha más grande que encuentres” “que cuando llueve muy poco y estás enfermo es signo de que sanarás”.
Y estas predicciones dichas nada menos que por una ¡¡bruja!! ¿Quién puede asegurarme que si como un roastbeef con puré de papas me voy a sacar la lotería? Esas son sandeces que como ya comprenderán los no ignorantes no tienen más objeto que explotar la curiosidad.
Y ya que esos libros son la causa de tantos desordenes en la ciudad barriana, sería bueno suprimir la venta de ellos y en cuantas librerías se encuentren.