Esta residencia sobre la calle 60 no deja de robar miradas por destacar en una zona transformada por la actividad comercial. Al ser una residencia privada y de acceso limitado ha dado pie a leyendas incongruentes y posiblemente copiadas de otras ciudades que pretenden suplir el vació en información. Y aunque no hay mucha información sobre la casa, aquí compartimos algunos datos y argumentos que si pueden ser referidos con la documentación.
Fue construida alrededor de 1905 para ser residencia del hacendado Miguel Peón Casares y su esposa Ana de Regil, en los terrenos que alguna vez habían formado parte de la Villa San Lorenzo que existió contigua a «El Pinar” cuya propietaria era Doña Cleta Cásares viuda de Lorenzo Peón y madre de D. Miguel.
Durante aquellos años los hacendados hicieron construir suntuosas residencias en lo que entonces eran las afueras de Mérida, el camino al pueblecillo de Itzimná. El siguiente texto de 1913 describe la transformación de Mérida ocurrida en la década de tránsito entre los siglos, 1895 -1905:
“En el arte arquitectónico, durante los días del inusitado auge de nuestra prosperidad económica que más de una década durara, invirtiéronse (sic) grandes sumas en la construcción de hermosos y modernos edificios y en la modernización de muchos de los vetustos, de horrible arquitectura, que nos dejaran nuestros buenos padres españoles.”
Estos edificios, de propiedad particular los más, y los públicos que el gobierno mandara construir, aprovechando con feliz y patriótico pensamiento la rebosante riqueza de aquellos felices días, fueron en verdad muchos de ellos levantados sobre planos hechos por arquitectos foráneos, pero aparte de que en no pocos de ellos mostraran su competencia nuestros arquitectos; las obras monumentales de unos y otros son elocuentes y duraderos testimonios de nuestra civilización por que no puede dejarse de estimar la meritoria labor en esta materia, especialmente si se considera que los numerosos inteligentes artesanos extranjeros que vinieron al país atraídos por el premio de pingues ganancias, enseñaron a los nuestros grandes y no pocas novedades en el arte de construir, dándoles, prácticamente, la noción de la perfección o el acabado en las labores, como industrialmente suele decirse.”[1]
Este texto, expresa también como veía la élite de la época los edificios coloniales como señal de atraso, aunque también reconoce su hispanofilia “nuestros buenos padres españoles”. Este pensamiento eleva al blanco y degrada al indígena, cuya mano de obra era la generadora de la riqueza del henequén. En campañas turísticas se usa a la ligera el termino colonial para referirse a Mérida, cuando en realidad la mayoría de los paisajes reflejados en las mencionadas campañas atienden a la transformación de principios del siglo XX.
Regresando a la propiedad de “El Pinar” y relacionándolo con los dichos del texto anterior, según el investigador Israel Katzman la realización de este proyecto fue de Pío Piacentinni y Enrico Deserti[2] aunque según ha señalado la Dra. Gladys Arana, este último dejo la ciudad alrededor de 1902 tras las acusaciones de fraude en el proyecto del Teatro Peón Contreras, la misma investigadora señala que hay una serie de incongruencias en la carrera profesional de Deserti que ponen en tela de juicio las obras que se le han atribuido, sumado a que apenas estuvo dos años en Mérida.[3] Lo cierto es que acompañaron a Deserti escultores y decoradores italianos que seguramente colaboran en la edificación de “El Pinar”.
Alrededor de 1925 la casa paso a ser propiedad del también hacendado Humberto Peón Suárez, habitada por el junto con esposa Pilar Rosado y sus hijas. En 1942 el propietario constituye la “Compañía Hotelera El Pinar”[4] en lo que posiblemente fue el proyecto de establecer un hotel en la residencia tal como ya funcionaba la casa norte de las Casas Cámaras.[5] Por aquellos años, cuando contrajo segundas nupcias, su residencia se refiere en la Ciudad de México. Más tarde fue propiedad de Alberto Bulnes, de Vicente Erosa Cámara y en fechas más recientes de la familia de don Trinidad Molina Castellanos.
La casa continúa siendo propiedad privada y aunque una filtración de la página web develó algún proyecto turístico, que aún no ha sido confirmado acceso al público.
REFERENCIAS.
[1] Escalante Galera, A. (1913). Ciencias y Arte. En A. Salazar, Yucatán, artículos amenos acerca de su historia, leyendas, usos y costumbres, evolución social, etc. (págs. 51 – 114). Mérida, Yucatán. Pág. 113.
[2] Katzman, I. (1973). Arquitectura del siglo XIX. Ciudad de México: Centro de Investigaciones Arquitectónicas UNAM. Págs. 275.
[3] Arana L. Gladys. (11 de diciembre 2019). Del silencio de la piedra al latido de la memoria. El Palacio Cantón
deconstruido. 60 aniversario del Museo Regional de Antropología Palacio Cantón. Instituto Nacional de
Antropología e Historia, Mérida, Yucatán.
[4] Diario Oficial del Gobierno del Estado de Yucatán. 23 de febrero de 1942.
[5][5] [Directorio particular y comercial de las ciudades y Estados de Yucatán y Campeche, Méx.] [Índice comercial de los Estados de Yucatán y Campeche] 1938. Biblioteca Virtual de Yucatán.