El siguiente artículo fue escrito por el historiador, poeta y periodista, Abelardo Barrera Osorio en febrero de 1965, cuando se realizaban obras en el ex convento de la Mejorada. Describe una conversación entre don Abelardo Barrera y Gregorio Méndez «Goyo», corresponsal gráfico del Diario del Sureste, medio donde se publicó el artículo.
El Convento de la Mejorada.
Alejandro Barrera Osorio.
Este templo en restauración, como plausiblemente se restaurara el de Izamal, a fin de que Yucatán no pierda absolutamente su fisionomía colonial, data del año 1640 –le explico a nuestro redactor gráfico Goyo que está fotografiando- y fue llamado también San Francisco, por haber sido su erección obra de los seráficos padres.
En donde estuvo la portería del convento anexo leímos alguna vez una placa que literalmente decía:
Año de 1640 a veinte y dos de enero, se dedicó esta iglesia del Tránsito de Nuestra Señora, siento pontificia Urbano Octavo y reinando en las Españas Felipe IV. General de toda la Orden Fr. Juan Marinero.
Debo agregar que la fabricación del templo, desde sus cimientos fue obra del R.P. Fr Pedro de Navarro –uno de los fundadores- y que el terreno fue piadoso donativo de don Diego de García y Montalvo. -¿Y por qué se le llama de la Mejorada?
-Dícese que por su parecido con el templo de La Mejorada en Madrid, cuya construcción se debió a doña María de Aragón.
Según el Padre Cogolludo “el coro y media naranja de la capilla están pintados al fresco de iluminación, obra del mismo maestro, que la del convento grande de San Francisco. El retablo del altar es de escultura de orden dórica, llenando todo el testero de la capilla mayor. Los ornamentos de la sacristía y adornos de los altares son, de lo más rico y mejor que hay en la tierra”
El maestro autor de las pinturas que decoraban el templo, no se cita, pero si quien dirigió la obra, que lo fue el R.P. Fernando de Navas.
En la primera capilla del lado izquierdo de la entrada, existió en otro tiempo una cruz de piedra con la imagen de Cristo, anteriormente colocada en el patio del antiguo convento de San Francisco que, según el propio Cogolludo y el Dr. Don Luis Rodríguez Correa “fue de las que al entrar los españoles a Yucatán, encontraron en Cozumel”.
-¿Y cuando se construyó el convento?-
-Fue entre los años de 1688 y 1694, destinándosele para los frailes franciscanos. Este convento fue fundado por los R.R. P.P. Pedro Navarro, director de la obra; Juan de Acevedo, Juan de Urbita, Bartolomé de Fuensalido y el lego Juan de Fernández.
Al triunfo de la constitución doceañista, o por mejor decir a su restablecimiento, en el año de 1820, las Cortes Españolas decretaron la supresión de las órdenes religiosas mendicantes y al siguiente año, el ultimo gobernador y capitán general de la provincia de Yucatán, don Juan María Echeverri, puso en vigor este decreto, refugiándose los franciscanos que estaban en el convento grande que existía ocupando el perímetro de las hoy calles 65 a 67, y 56 a 54, en este convento de La Mejorada. Esto aconteció el 15 de julio de 1821, dos meses antes de que Yucatán proclamara su independencia de la corona española, para anexarse voluntariamente a la naciente República Mexicana.
-Bueno, don Abelardo, pero aquí existió también el hospital general, según me han contado.
-Así es, mi querido Goyo. Yo alcance a conocerlo y nada menos que fue en este nosocomio en el año de 1902, que falleció mi abuelo el coronel don Demetrio S. Osorio Burgos. El establecimiento del hospital general aquí se debió a Decreto del Gobierno del Estado del 25 de junio de 1861 luego de que el edificio pasó a propiedad del gobierno local, por resolución suprema del 22 de enero de dicho año.
Después de la inauguración del Hospital “O’Horan”, en febrero de 1906, por el Gral. Porfirio Díaz, Presidente de la República, durante su visita a Yucatán, el vacío edificio se destinó, debidamente acondicionado, a Escuela Correccional de Artes y oficios, para menores delincuentes y los pocos rebeldes sin causa que existían en aquella época de oro en que sus padres de familia y maestros, de común acuerdo, ponían mucho empeño en la educación de la niñez.
En el interior de una de las celdas de este convento, desaparecido ya a los demoledores golpes de la piqueta del progreso, se cometió un horrendo crimen perpetrado en la persona de su guardián, Fray Laureano Loria, quien el 14 de julio de 1840 amaneció acribillado a puñaladas, siendo el robo el móvil de este homicidio.
Después de largas pesquisas, de una manera que pudiera decirse providencial, fueron descubiertos los asesinos, y convictos y confesos sentenciados a la pena capital, fueron pasados por las armas el 10 de octubre del mismo año en el Campo Marte.
He aquí sus nombres: Ramón Ávila, Pascual Tejero, Sinforiano Aguilar, Luis Ruz y Gregorio Estévez “a quienes el congreso del Estado negó la gracia de indulto que habían solicitado sus deudos”.
Este crimen dejo honda huella de dolor e indignación en la morigerada sociedad del siglo pasado y sus sangrientos por menores pasaron por tradición de padres a hijos, habiéndomelo referido mi abuelita –que contaba con 7 años cuando se consumó,- en los felices días de mi primera infancia.
Espero contarlo a mis lectores en primera oportunidad.
Con la demolición que se llevó a cabo de parte anexo de la iglesia, donde estuvo la tienda del ejército, se ha ganado que luzca entera en todo su esplendor la fachada de este viejo templo que ha visto pasar sobre sus viejas y venerables espadañas el sol de tres siglos y pico.