“Botica” es una término que ha quedado fuera del vocabulario cotidiano de los meridanos, a grandes rasgos es el sitio donde se preparan y venden los remedios que el médico prescribe, oficio ancestral que está en vías de extinción sino es que ya extinto. En los antiguos Directorios de Mérida se ubican hasta cuarenta entre boticas, droguerías y farmacias.
En el barrio de la Mejorada existe un vestigio de aquel oficio del boticario, en la calle 57, casi enfrente de la lujosa casa que hoy alberga el Museo de Arte Popular. Al cruzar la puerta encuentro a Don Héctor limpiando el antiguo mostrador del establecimiento. Le pregunto si me podría contar un poco sobre el barrio y se confiesa —recuerdo muy poco.
—¿Qué quieres saber? — me pregunta tras venderme un refresco. Le contesto que cualquier cosa que me pueda aportar sobre el oficio del boticario y el barrio es interesante para mí. Acto seguido toma asiento en la única mesa del lugar y empieza a contestar a mis preguntas.
Me cuenta que nació en Ucú y que al poco tiempo llegó con su familia al barrio de Santiago donde cursó la primaria en la mítica Nicolas Bravo. A los quince años y por recomendación de su mamá empezó a buscar empleo, dedicándose entre otras cosas a repartir leche hasta que finalmente llegó a la botica, oficio al que también se dedicó su padre. —Llegue a este barrio hace setenta años.
Esta antigua botica es heredera de la “Nueva Botica de la Mejorada” en la que Don Héctor se inició en el oficio cuando todavía era adolescente y era el propietario un señor de apellido Esquivel. La “Nueva Botica” era al principiar el siglo pasado propiedad de Víctor Puerto Palma y seguramente tiene antecedentes más remotos. Se encontraba en la esquina de la 59 x 50ª, frente al parque que entonces consistía en dos plazas, una dedicada a Felipe Carrillo Puerto y otra en memoria de José Rendón Peniche, concesionario del ferrocarril. En 1970 el parque se transformó para homenajear a los niños Héroes de Chapultepec.
Al mediar el siglo XX, el Convento de la Mejorada era hogar de las familias de los soldados que hacían el servicio en el Cuartel de Dragones y esta plaza formaba parte del recorrido del Carnaval de Mérida —daba la vuelta al parque y luego volvía por la 59; el carnaval era Santa Ana, Santiago, San Juan y Mejorada —menciona el boticario.
La evolución del negocio hizo necesario el cambio de título a la “Nueva Farmacia de la Mejorada” que para los años setenta ya era propiedad de Don Hector y poco tiempo después se trasladó a este predio 449 de la 57.
En el aún se puede observar el dispensario y utensilios de aquella noble profesión, los frascos en los que Don Héctor preparaba las recetas médicas, diferentes a los medicamentos de patente que hoy encuentra en la farmacia —Épocas de oro —dice sobre las décadas en las que acudir a la botica era indispensable, y aún las más distantes en las que el salario mínimo de 8.65 pesos alcanzaba para la familia pues —una barra de francés 3 centavos, todo era en centavos.
Una de las legendarias tiendas de Mejorada fue “El Ave de Oro” en la esquina noreste de la 57 con 50, fundada en 1880 en la época en la que la plaza era estación del ferrocarril Mérida – Progreso. Su último, propietario “Don Hernán” Ceballos Moscoso fue conocido de Don Héctor. —No conozco esa historia, yo solo conocí la tienda —responde tajante a la pregunta sobre la leyenda últimamente mencionada sobre un fraile y un ave del metal precioso y menciona que vio sobre la calle las rieles del extinto ferrocarril.
La tienda de Don Hernán bajo la cortinilla al cambió del siglo al igual que la panadería que se encontraba en la misma acera de la 57. Mucho antes lo había hecho el “Cine Alcázar”. —Aquí no hay nada, no hay mercado, no hay súper, no hay feria —se lamenta don Héctor.
Al igual que otros establecimientos de antaño, la farmacia de don Héctor no pudo competir contra los grandes consorcios farmacéuticos y se transformó en estanquillo que aún atiende con su familia. Me despedí de don Héctor agradeciéndole me compartiera los recuerdos no escritos de su historia de barrio, historias que en el centro de Mérida cada vez son menos, y las que hoy se escriben quizá son en otro idioma.
Motivos hay para asomarse a la Mejorada. Conocer el antiguo templo franciscano, visitar el Museo de la Canción Yucateca, recorrer la suntuosa casa de los Molina hoy convertida en Museo de Arte Popular y quizá finalizar acudiendo a la tiendita de Don Héctor por un refresco y de paso mirar en aquel estanquillo la huella de una época de nuestra ciudad.