En 1845 el escritor Justo Sierra O’Reilly manifestó en el periódico literario El Registro Yucateco la necesidad de establecer un museo para conservar las antigüedades de los pueblos de la península. La inquietud de conocer los vestigios mayas fue compartida por exploradores europeos y estadounidenses que en el siglo XIX dedicaron largos viajes a conocer Y documentar las hoy llamadas zonas arqueológicas.
“No se ha pensado entre nosotros en cuidar y conservar los preciosos monumentos que descubren la grandeza de los antiguos pobladores de Yucatán. Con muy poco trabajo y a muy poco costo podríamos fundar un Museo con el laudable fin de evitar la perdida absoluta de unos objetos, que son para nuestro país, otros ya tantos timbres de gloriosa recordación”. Apuntó Sierra O’Reilly
En las primeras décadas del siglo XIX, en Campeche los sacerdotes José María y Leandro Camacho formaron un museo taller con piezas mayas, objetos artísticos y ejemplares de la naturaleza. Lamentablemente las colecciones de estos precursores acabaron fuera del país. (Gónzalez Rodríguez B, 2018)
En la capital de Yucatán, el sacerdote Crescencio Carrillo y Ancona reunió una gran colección de manuscritos antiguos en su biblioteca personal, así como óleos y esculturas en su museo privado, esto proveniente de los conventos clausurados. En el interés del presbítero también estaba la flora, fauna y geología y todo lo concerniente al hombre en su vida social y cultural. (Barrera Vásquez, Crescencio Carrillo y Ancona y la fundación del primer museo yucateco, 1977).
Durante el breve Segundo Imperio, rescatar el pasado de los pueblos ancestrales de México se convirtió en elemento legitimador de la monarquía. El mismo Maximiliano se asumió como heredero del último tlatoani, estableciendo la idea de que el imperio que el encabezaba era una continuación del último soberano mexica. (Martinez, 2011).
El 24 de noviembre de 1864 el Comisario Imperial en Yucatán, José Salazar Ilarregui dio la siguiente orden “S.M. el Emperador me ordenó expresamente que hiciera cuidar con escrúpulo de los monumentos antiguos de esta península y que no permitiera ni que se tocasen; así es que dispondrá V.S. por medio de circulares a todas las autoridades políticas que cuiden los expresados monumentos y que no permitan que se hagan excavaciones, ni que se toquen aún con el pretexto de repararlos ni mucho menos que se tomen de ellos partes por pequeñas que sean”.
El sucesor de Salazar Ilarregui, Domingo Bureau dio la orden el 1 de julio de 1866 para la creación del museo público de arqueología y arte el cual recibiría el nombre de “Museo Yucateco”, para dirigirlo estableció una junta conformada por cinco propietarios y tres suplentes. A pesar del establecimiento del reglamento y de la junta del Museo este no pudo prosperar debido a la precaria situación del gobierno imperial. (Millet Cámara, 1992). Entre los distinguidos miembros de aquella efímera junta destaca el grabador Gabriel Gahona “Picheta”, el periodista e historiador D. Gerónimo Castillo Lenard y el presbítero Crescencio Carrillo y Ancona.
En 1870, una vez restablecido el orden republicano, el gobierno liberal de Manuel Cirerol y Canto convino con Carrillo y Ancona la fundación del Museo Yucateco a partir de su colección privada la cual constaba entonces de 194 objetos, manuscritos y libros raros, 18 objetos y varias conchas, erizos y estrellas de mar. A cambio se le otorgarían dos mil pesos, mismos que según Barrera Vázquez nunca recibió, y el 28 de enero de 1870 fue nombrado director del Museo Yucateco. En febrero del mismo año se dio la orden a los jefes políticos del estado que recolectaran objetos que pudieran ser de interés para el establecimiento de la institución (Rios Meneses, 1977).
La inauguración del Museo demoraría hasta septiembre de 1871 esto debido a los cortos presupuestos asignados, que incluso obligaron a Carrillo y Ancona a trabajar en la organización del museo sin que recibiera pago alguno. El local elegido era el edificio del Instituto Literario del Estado, actualmente sede central de la Universidad Autónoma de Yucatán.
En presencia del Vicegobernador del Estado don José María Vargas, Carrillo y Ancona expresó “Al poner en vuestras manos las llaves del Museo Yucateco en la fecha más pura y gloriosa de nuestra historia nacional, vais a abrir e instalar un establecimiento que ha sido tiempo ha, el blanco de las nobleza aspiraciones así de los más célebres e ilustre yucatecos, como de los sabios más prominentes de ambos mundos.” (Barrera Vásquez, Crescencio Carrillo y Ancona y la fundación del primer museo yucateco, 1977).
Sin embargo, la continua inestabilidad del periodo conocido como “la república restaurada” impidió la consolidación del Museo. Así como la renuncia de Crescencio Carrillo y Ancona tras diferencias irreconciliables que terminaron con la salida del sacerdote del proyecto así como que aquel perdiera las piezas que había coleccionado.
Desde 1867 había sido elegido sede del Museo el antiguo Colegio de San Pedro, en aquella época imperial ocupó la planta alta del edificio. En los tiempos en los que Cirerol y Canto también se designó que fuese aquel edificio, pero esta vez sería la planta baja en los espacios que actualmente ocupa la Biblioteca Central de la Universidad.
El 5 de mayo 1877 se abrió al público en general con un acceso por la hoy calle 60. Poco tiempo antes el director del Museo, Pedro Peón Contreras, había evitado que Augusto Le Plongeón sacara del territorio nacional la pieza descubierta y bautizada por el explorador; «El Chacmol». Pese a este éxito, el Chacmol fue enviado al Museo Nacional en la Ciudad de México en marzo de aquel año.
El Museo continuó existiendo de forma más o menos activa. Casi al finalizar el siglo XIX se escribía sobre el Museo “Esta bajo la inmediata dependencia del Consejo de Instrucción pública, y entre los objetos que tiene, se cuenta la bandera que adoptó el Estado cuando se declaró independiente de México en 1843; el escudo de armas de la ciudad, las profecías de varios indígenas mayas, cuadros de pinturas ejecutados en 1475, y otras joyas de valor.” (Rosado, 1895).
El gobierno socialista encabezado por Felipe Carrillo Puerto dispone la reorganización del Museo Yucateco el 25 de enero de 1923, probablemente animado por el arribo de investigadores patrocinados por universidades y centros de estudio (Peña Alcocer, 2016), por aquel año se encontraba ubicado en la calle 59 cerca del Centenario en el edificio actual del Museo de Historia Natural.
Sin embargo esta obra sería pospuesta por la rebelión delahuertista y el posterior asesinato del gobernador, por cual fue hasta el 3 de enero de 1925 cuando el gobernador José María Iturralde inaugura el Museo Arqueológico e Histórico de Yucatán, terminando con el proyecto decimonónico del Museo Yucateco.
Ahora ubicado en el Ex Convento de San Juan de Dios a un costado de Catedral, el edificio se adaptó para funcionar como Museo, se colocó una entrada nueva de características Neo – Mayas y en el frente se descubrió un busto del arqueólogo Teoberto Maler elaborado por los hermanos Leopoldo y Alfonso Tommasi (Ferrer Mendiolea, 1938). Esta institución se encomendó al escritor y poeta Luis Rosado Vega quien fungiría como su director hasta 1937, año de su destitución tras escándalos de substracción de documentos realizados por el hijo de Rosado Vega (Peña Alcocer, 2016).
Tomo el cargo de director interino el arqueólogo Alfredo Barrera Vásquez elaboró un estudio sobre el estado que guarda el Museo, haciendo énfasis en carecen de catálogos y descripciones que hagan verdaderamente funcional el museo. Apunta que se exhiben piezas en orden anacrónico y se erra en la temporalidad de algunas. El área de restauración carece de las herramientas y el cuidado para el correcto manejo de las piezas, lo que conduce a resultados que el arqueólogo considera “engendros arqueológicos y por tanto timos científicos y artísticos”. Se exhiben piezas de otras culturas haciéndolas pasar por mayas y se falsifican fotografías.
El estudio “Estado en que se encuentra el Museo Arqueológico e Histórico de Yucatán” (1937) resulta en un análisis de los sinsentidos que tenían lugar durante la administración de Rosado Vega. A decir del mayista, la organización del museo se limitaba a la superficialidad y orden aparente de las piezas. Barrera Vázquez urgía tomar medidas para convertir la institución en un elemento científico realmente funcional así como para la reorganización del Archivo General del Estado (Barrera Vásquez, Estado en que se encuentra el Museo Arqueológico e Histórico de Yucatán, 1937). Aquel año inicia la labor reformadora del Museo que incluiría la fundación de la Biblioteca Crescencio Carrillo y Ancona en 1938 a cargo de Mireya Priego de Arjona.
Con el objetivo de reformar la institución, que en su opinión se había mantenido en un estado de pasividad limitado al coleccionismo de objetos mal clasificado consigue elaborar el proyecto de una nueva institución.
El Museo Arqueológico de Histórico de Yucatán dejó de existir por Acuerdo del Ejecutivo del Estado, de fecha 11 de septiembre de 1941, que creó para substituirlo al Instituto de Etnografía, Historia y Bibliografía de Yucatán, el cual siguió dependiendo del propio poder hasta el 24 de diciembre que por Decreto de la Legislatura del Estado de fecha 22 del mismo mes, se incorporó a la Universidad de Yucatán (Barrera Vásquez, 1942). La dependencia Universitaria apenas duró un par de años, pues en enero de 1944 retornó al Gobierno del Estado cuando es designado director el Profesor Antonio Canto López.
El Museo permanecería funcionado en aquel local hasta 1958, aquel año el edificio del convento sanjuanino fundado en 1625 es vendido y convertido en estacionamiento público.
Las piezas y colecciones del Museo se trasladaron a las bodegas de Ceimsa y a la Penintenciaría Juárez (1), para después instalarse en el Museo Palacio Cantón. El instituto se convierte entonces en Instituto Yucateco de Antropología e Historia. El significativo edificio había sido, además de la residencia del general, Escuela Hidalgo, Escuela de Artes y Oficios y residencia de los gobernadores.
La inauguración de la nueva sede del Museo se realizó en diciembre de 1959 en presencia del presidente de la república Adolfo López Mateos. Pese a este inicio, el Museo mudó al barrio de San Sebastián hacia 1978 y a principios de 1988 se intento instalar en la Penitenciaría Juárez.
Finalmente, a principios de los ochenta el Museo regresa al Palacio como Museo Regional de Antropología e Historia, pero ahora administrado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia, el cual había comenzado funciones en 1939 durante el gobierno de Lázaro Cárdenas.
Desde entonces, a casi cuarenta años de su instalación definitiva en el Palacio Cantón, el Museo se ha convertido en parte del imaginario de la ciudad de Mérida y ha consolidado su presencia a través de los años y del respaldo dado por Instituto Nacional de Antropología e Historia. En 1987 el Ayuntamiento de Mérida dispuso la creació del Museo de la Ciudad de Mérida, para ello se recuperó la capilla de San Juan de Dios como sede y en 2007 se estableció en el Palacio Federal, comúnmente llamado correos.
En 2018 se editó el libro «El Museo Yucateco, forjando una identidad» de la Dra. Blanca González Rodríguez el cual expone las problemáticas que enfrentó el Museo Yucateco.
Referencias
Barrera Vásquez, A. (1942). El Instituto de Etnografía, Historia y Bibliografía de Yucatán. Orbe. Publicacion mensual, organo de la Universidad de Yucatán.
Barrera Vásquez, A. (1977). Crescencio Carrillo y Ancona y la fundación del primer museo yucateco. Revista de la Universidad de Yucatán, 38 – 51.
Barrera Vázquez, A. (1937). Estado en que se encuentra el Museo Arqueológico e Histórico de Yucatán. Mérida: Ediciones del Museo.
Bayón Juan, I. (2012). Museología y Museografía. Obtenido de http://www.aptae.pe/archivos_up/0104-museologia-y-museologia-isaac-bayon.pdf
González Rodríguez B. El Museo Yucateco, forjando una identidad (2018) Instituto de Museos e Historia de Yucatán.
Ferrer Mendiolea, G. (1938). Nuestra Ciudad. Mérida.
Habsburgo , M. (1867). Alocuciones, cartas oficiales e instrucciones. México: Imprenta Imperial.
Hernández Hernández , F. (1992). Evolución del concepto de museo. Revista General de Información y Documentación. Obtenido de http://esferapublica.org/museo.pdf
Martinez, P. (2011). Entre la realidad y la ficción: vida y obra de Maximiliano. Al descubierto, faceta de coleccionista de Maximiliano. Ciudad de México: Instituto Nacional de Antropología e Historia. Obtenido de http://www.inah.gob.mx/es/boletines/2330-al-descubierto-faceta-coleccionista-de-maximiliano
Millet Cámara, L. (1992). Memoria del Museo Yucateco. En R. Cicero Mac-Kinney, Los Juegos Florales de Mérida de 1903 a 992 (págs. 219 – 251). Mérida: Ayuntamiento de Mérida.
Peña Alcocer, J. A. (2016). Mireya Priego López, su investigación bibliográfica y el desarrollo de la Biblioteca Crescencio Carrillo y Ancona (1937-1947). Temas Antropológicos, Revista Científica de Investigaciones Regionales, 87 – 104.
Rios Meneses, M. (1977). Breve historia de los origenes de los museos de los estados de Yucatán y Campeche. Revista de la Universidad de Yucatán, 113 – 125.
Rosado, J. (1895). Guía del Estado de Yucatán. Mérida: Imprenta Gamboa Guzmán.
Sierra O’Reilly, J. (1841 -1842 ). Importancia de un museo de antiguedades. Museo Yucateco, 117.
Vega y Ortega Báez, R. A. (2014). La vida pública del Museo Nacional de México a través de la prensa capitalina, 1825-1851. Tzintzun. Rev. estud. históricos, 94-138.
(1) Novedades de Yucatán. Miércoles 28 de junio de 1967