El hundimiento del siglo XIX en los abismos de la eternidad y advenimiento del XX, se celebró en Mérida con entusiasmo inusitado.
Desde las primeras horas de la noche del lunes último, las calles de la ciudad se vieron pobladas de gentes que iban y venían participando del general entusiasmo.
La plaza mayor estaba profusamente iluminada, y en ella la banda de música del Estado desde las nueve de la noche hasta cerca de la una de la madrugada del martes, estuvo tocando sus mejores piezas.
La afluencia de gente se hacía notar en los corredores situados en los costados norte y poniente de la plaza, en donde los restaurants, adornados con palmas y gallardetes, estaban literalmente llenos.
Al mismo tiempo se celebraban fiestas coreográficas en varias casas particulares, se cenaba alegremente, etc. La sociedad de artesanos “el bien reciproco” solemnizó con una bonita velada la entrada del siglo y el 7° aniversario de su fundación y la “Recreativa popular” dio un magnificó baile.
Cuando dieron las doce de la noche, hora que marcaba en el inmenso reloj del tiempo el ultimo segundo del siglo XIX y el primer hálito de vida del XX, hubo algo así como un estremecimiento general.
A esa hora, las personas que cenaba en los restaurants se levantaron conmovidas con la copa de champagne en la mano y dijeron sentidas frases de despedida al siglo que agonizaba dando al mismo tiempo la bienvenida al nuevo: frases de esperanzas y alegría resonaron en todos los labios.
A aquellos espontáneos brindis, hacían coro las campanas de los templos echadas a vuelo, el toque de cajas y cornetas, los cohetes que estallaban en el espacio, las dianas, las notas del gran himno nacional, y los prolongados pitazos de los trenes y de las máquinas de las diversas fábricas de la ciudad. Aquello fue la explosión de alegría y entusiasmo.
A esa hora, en Catedral, se celebraba ante inmensa concurrencia una misa en que ofició del Pontifical el señor Obispo.
Luego los conmovedores acentos del Te Deum llenaron el templo haciendo vibrar las anchas naves de nuestra Basílica. En todos los templos de la ciudad hubo también ceremonias religiosas.
Hasta cerca de las tres de la mañana se veían las calles llenas de gente que volvía de las fiestas o de las muchas serenatas que hubo en esa noche.
El siglo XIX, duerme ya en el profundo sueño del tiempo.
La Revista de Mérida, 3 de enero de 1901.