El Parque “Cepeda Peraza” Historia y creación de un espacio republicano

Dr. Iván Franco. (CINAH-Yucatán). Introducción. Todo habitante de Mérida se refiere al espacio arbolado de las calles 60 por 59 del centro histórico como el “Parque Hidalgo”, nombre impuesto al sitio durante el gobierno del Lic. y hacendado cañero liberal Manuel Cirerol Canto (1870-1872) quien sustituyó al líder militar anti-imperialista Manuel Cepeda Peraza en el gobierno de la entidad, en pleno arranque del auge henequenero.[1] Víctima de una enfermedad, Cepeda Peraza falleció el 3 de marzo de 1869, lo que interrumpió su agenda republicana de manera intempestiva. Esta sin embargo se mantuvo con sus sucesores, su hermano y Cirerol Canto, respectivamente. Los seis años de guerra versus la monarquía de Maximiliano de Habsburgo (1861-1867), generaron una “mística” liberal republicana cuyos primeros golpes se expresaron, precisamente, durante el gobierno del “hidalgo mayor” el General Manuel Cepeda Peraza: separación Estado/Iglesia, creación del Instituto Literario de Yucatán, transformación de arquitectura[2] y espacios públicos urbanos,[3] entre otras medidas que remontaban aspiraciones ya decanas.

“Hidalgo” es un antiguo mote de origen medieval asignado a quien daba muestras de valor o “hidalguía”; son guerreros al servicio de un rey o un defensor destacado de una causa, un territorio, dominio, etc. Batallones militares de origen maya y otras castas llamados “hidalgos” usaron la entonces explanada libre de árboles, jardines o bardas para ejercicios castrenses. Los años 1847 a 1867 fueron en Yucatán de constante turbulencia política y militar. Primero, la guerra maya contra el avance del liberalismo (1847-1855) “arrinconó” a la población criolla y mestiza en las ciudades y pueblos cercanos a Mérida; en un segundo momento, hacia 1858, el poder ejecutivo de Benito Juárez dividió en dos entidades la extensión de la antigua “Capitanía de Yucatán” con la polémica constitucional de la creación del estado de Campeche; golpe de mando del círculo liberal del presidente. Y de 1861 a 1866 la inestabilidad fue marcada por la lucha entre republicanos y monarquistas. El triunfo de los primeros dio pausa para que clima social y espacios públicos adoptaran rumbos laicos y libertarios.

La “Plaza del Jesús” y sus rostros en el tiempo. A la plaza del Jesús, con ascendente colonial y religioso, el gobierno de Cirerol Canto decidió darle al unísono de la análoga remodelación, entre otros sitios públicos, de la “Plaza Principal”, un secular giro moderno. Hacerlas “Parques”. Consistió en el caso del “Jesús” de dotarlo de ornamentación de vanguardia con influjo de art noveaux, el talante artístico preferido de la burguesía liberal europea de la época; triunfante en casos como Francia frente al absolutismo monárquico o antiguo régimen. La renovación de la plazoleta no escapó de la mirada de viajeros europeos como August y Alice Le Plongeon durante su estancia en Mérida el año 1873. Esto apenas dos años después de que el antiguo sitio fuera redecorado con piso de mármol, una fuente central, pequeños parterres (jardines) y laureles.[4] Mérida iniciaba con pie derecho su encanto con la Europa liberal arropada por las leyes de Reforma.

La tendencia europea de convertir desde el siglo XVIII plazas y bosques otrora lugares de ocio y relajamiento de la nobleza, en ámbitos públicos de recreo, convivencia, diversión, mercadeo y hasta debate, llegó así de manera “vertical” a Mérida a sus antiguas plazas. Fue, por decirlo de alguna manera el caso del Jesús, uno de los espacios públicos de mayor prosapia histórica, cuyo rostro se sometió a una cirugía radical por los liberales juaristas yucatecos quienes enfrentaron y derrotaron el fallido Imperio de Maximiliano. La acción fue en parte auspiciada por la incipiente acumulación de riquezas que empezaban a generarse con la exportación de la fibra de henequén, cultivada en haciendas cercanas a Mérida y embarcada para el pujante mundo industrial desde el puerto de Sisal.

La ornamentación de las antiguas y simbólicas plazas coloniales marcaron un parte-aguas cívico. Ante todo en cómo ver, sentir, vivir y convivir en los espacios públicos locales bajo los aires de la República juarista triunfante. Muy pronto por ejemplo el recién creado puerto de Progreso arrebatará a Sisal el papel protagónico que tuvo de 1807 a 1870 como puerto de altura, acaso sostenido sólo una década en el inicio de la globalización mercantil del henequén (1860-1870). Razón por la que los filamentos dorados debidamente empacados fueron conocidos en EEUU y Europa como “fibra sisalana”. Nada menos que la fibra que hizo posible la estabilización del régimen liberal que evolucionó a un orden oligárquico que también condenó a miles de nativos mayas a condiciones de vida y trabajo anti-humanas como documentó John Kenneth Turner en su México Bárbaro (1909).

Conocida como “Plazuela del Jesús”, el espacio destilaba sabor y ceño colonial, como toda la ciudad, hasta mediados del siglo XIX tal como documentó en 1865 el Mapa del Comisario Imperial José Salazar Ilarregui.[5] Fue un espacio asignado para plaza pública desde la fundación y diseño de Mérida, tarea encomendada por Francisco de Montejo el Mozo al cura Francisco Hernández.[6] Este dato indica que la traza original de la ciudad se apegó a los criterios renacentistas del diseño urbano de tablero de ajedrez, tomando los conquistadores locales como punto de partida para la delimitación de la Mérida de Yucatán el croquis de sus ciudades de origen.[7] En la Mérida hispana abundan plazas públicas en las que sobresalen restos de antiguos edificios romanos y árabes que, en sus respectivos períodos de dominio, dedicaron espacios a fuentes, huertos con naranjas agrias, estatuas y demás ornamentos urbanos. Sin embargo, mientras la ciudad renacentista de Extremadura “retomó” o conservó esas áreas, evolucionando a sitios de recreo y esparcimiento popular, las antiguas construcciones mayas fueron destruidas para edificar la capital yucateca.

La nomenclatura de las calles que parcelaban la “Plaza del Jesús” en 1865, siguiendo la descripción del Mapa Imperial, eran “Progreso” (la 60) y “1ª del Norte (la 59).[8] Esta conectaba con la “Plaza de Mejorada” o de “Libertad”, situada a 800 varas (600 metros) en dirección oriente y zona en donde desde fines del siglo XVIII existió la sede de un sector del ejército borbónico conocida como “Cuartel de Dragones”. Poco más de 200 varas castellanas al norte, la Plaza del Jesús comunicaba con el barrio y Plaza de Santa Lucía. Los nativos mayas contra quienes pelearon los “hidalgos” yucatecos decimonónicos (incluidos indígenas occidentalizados), aspiraban recuperar la autonomía territorial e “independencia” perdida durante la etapa colonial; lucharon para retomar sus respectivos dominios “caciquiles” y linajes, amenazados por el reptante proyecto liberal del grupo gobernante escindido entre liberales y conservadores. El episodio, conocido como “guerra de Castas”, evidenció cómo y por qué los principales líderes mayas rechazaban el orden político liberal que poco a poco se consolidaba mediante despojos y privatización de tierras para destinarlas a producción de ganado, algodón, sal, azúcar, añil, henequén, etc., después de la Independencia de España.

La Plaza del Jesús ha mostrado varios “rostros” a lo largo de sus más de 470 años de vida. Entre 1550 y 1870 fue un espacio adusto en general, atestiguando cómo arquitectura colonial civil y religiosa crecían en su derredor. Esto en consideración también de lo que varias fuentes refieren sobre su uso recurrente para ejercicios militares de los “hidalgos” (indígenas y otras castas) que se entrenaban en su terreno, sobre todo en la primera mitad del siglo XIX. En 1871 fue sometida entonces a la remodelación de cierta exquisitez europea tal como refiere texto y remata un dibujo de Alice Le Plongeon fechado el año 1873.[9] Es probable que por diferencias políticas, el decreto de la Legislatura local para erigir monumento en honor a Manuel Cepeda Peraza en 1869 solo se pudiera ejecutar hasta 1896, bajo el gobierno del hacendado liberal anticlerical Carlos Peón.[10] El grupo liberal dirigido por este hacendado blandía un proyecto político que buscaba ahondar y ampliar el laicismo y la separación del poder católico en la política, la educación, y demás, en la entidad.[11] Pero su enfrentamiento con Porfirio Díaz lo obligó a renunciar como gobernador antes de finalizar su ciclo de gobierno.[12]

Pasaron así casi tres décadas en las que, si bien hubo remodelación de la antigua Plaza del Jesús guiada por un espíritu republicano, diversos factores contuvieron la definición terminante de la plazoleta al nombre del líder político y militar quien sin concesiones empezó a ejecutar las leyes de Reforma en cuanto asumió el gobierno de la entidad. Hacia 1896, con motivo de la ejecución definitiva del otorgamiento de la distinción de “Benemérito del Estado” al General Manuel Cepeda Peraza por el gobierno de Carlos Peón, la “plaza” fue sometida a otra renovación; se sustituyó la fuente y parte de la herrería por el monumento al “pro-hombre anti-imperialista” Cepeda Peraza. Paradójicamente, se conservó el enrejado que propiciaba que su dinámica social mantuviera vocación más de un espacio “exclusivo” o semi-privado que uno abierto y libre según la moral liberal en boga.[13] Esta situación se prolongó hasta que el alcalde surgido del Partido Socialista del Sureste la regresó a espacio público pleno en la década de 1930, si bien en 1909 el opositor al régimen porfirista Francisco I. Madero dio su primer mitin político en el ya popularmente conocido como Parque Cepeda Peraza.[14]

El “hidalgo” que dio su nombre al “Parque”. Contrario de lo que se pueda pensar, el “Parque Hidalgo” no está dedicado a la memoria del cura insurgente Miguel Hidalgo y Costilla, líder durante once meses de la primera etapa del movimiento de Independencia de España quien cayó preso y fue fusilado en la ciudad de Chihuahua en 1811. El espacio cuenta, como sea, con dos denominaciones populares muy extendidas: es el “Parque Hidalgo” por simplificación lingüística del lugar donde tropas “hidalgas” ejecutaban ejercicios militares, como también de manera oficial “Parque Cepeda Peraza” desde 1896. Como se señaló, se dotó con una estatua del militar y gobernador de Yucatán Manuel Cepeda Peraza quien nació en Mérida el 19 de enero de 1828 y falleció el 3 de marzo de 1869.

Es desde luego un referente histórico urbano pues, en cierto sentido, también marcó la “frontera” vinculante entre la elite colonial gobernante y la influyente “tercera orden” de los Jesuitas, quienes llegaron y se instalaron en el siglo XVII en Mérida. El sitio ha evolucionado a un espacio cosmopolita y de gran convivencia local, cohabitando con monumentos históricos, rincones artísticos e intereses privados variados que la circundan y se regodean de su rica historia en pleno siglo XXI. El salón de bailes “La Unión”, el primer hotel receptor de turismo moderno de la ciudad, el icónico espacio del desahuciado teatro y cine “Fantasio”, librerías diversas y otras actividades recreativas y culturales configuraron al lugar durante gran parte del siglo XX en un punto simbólico de la modernidad y diversidad social citadina. Conocer su historia es entender mucho del ADN de Mérida.

Nota: Expreso mi agradecimiento al P. Maestría Israel Cetina Nahuat, quien me ayudó a ubicar algunas referencias bibliográficas para este texto.

 REFERENCIAS

[1] Gonzalo Cámara Zavala, Catálogo Histórico de Mérida, Mérida, Área Maya, 1977, p. 27. El escritor Adonay Cetina Sierra defiende la tesis de que el parque sí se nombró Hidalgo en honor del cura insurgente michoacano.

[2] Enrique Urzáiz Lares, “La arquitectura porfiriana en Mérida”, En: Mérida. El Azar y la Memoria, Ed. Asociación de Personal Académico de la Universidad Autónoma de Yucatán, Mérida, 1993, pp. 89-114.

[3] Pedro Miranda Ojeda, “La modernización de los parques en la ciudad de Mérida, Yucatán (1870-1910)”, En: Letras Históricas (FCAUADY), Núm. 3, Otoño-Invierno 2010, pp. 191-209.

[4] Cámara Zavala, op. cit.

[5] Imagen del Mapa del Imperio, 1864-1865.

[6] Archivo Histórico Municipal de Mérida, Acta de Fundación de la Ciudad de Mérida, Mérida, 2020 (Internet).

[7] Ibíd.

[8] Ibíd.

[9] Antonio Novelo Medina, 7 Fragmentos Meridanos, Ed. Gráfica Peninsular, Mérida, 2014, p. 57.

[10] Hernán Menéndez R., Iglesia y Poder. Proyectos sociales, alianzas políticas y económicas en Yucatán (1857-1917), Ed. ENA/CNCA, México, 1995, pp. 61-64.

[11] Ibíd., pp. 116-134.

[12] Ibíd, pp. 172-173.

[13] Novelo Medina, op. cit., pp. 58-59.

[14] Serapio Montejo Baqueiro, Mérida en los años veinte, Ed. Maldonado Editores, 1986, p. 86.

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